Varios hechos convergentes
nos llevaron a estudiar sistemáticamente el corrido y la bola
suriana: su originalidad, tanto en la forma como en el contenido,
su difusión en una misma área étnica bien definida
(la región náhuatl), y su función como catalizador
ideológico durante la revolución de 1910 al servicio
del General Zapata; finalmente encontramos que existe un estrecho
vínculo entre la canción popular y la identidad regional
(la "patria chica").
Los corridos y las bolas funcionan entonces
como signos de reconocimiento e identificación entre las personas
que todavía reconocen en ellos sus "normas culturales"
y "reglas preestablecidas", como habla Paul Zumthor.
Los corridos épicos actúan
como archivos y constituyen la memoria colectiva del grupo.
Es sobre esta base cultural común
sobre la que se asentará el movimiento zapatista, cuyos principales
bastiones coincidirán con los antiguos centros de difusión
cultural de la región.
Hasta 1915, los autores de los corridos
libraron una lucha feroz.
Los partidarios de Zapata establecieron
una relación continua entre la Guerra de Independencia, la
Reforma de Juárez y la "nueva reforma" del Plan de
Ayala promulgado por Zapata en noviembre de 1911.
Zapata es, pues, el heredero de las
grandes causas del pueblo mexicano y su lucha es, por tanto, muy legítima,
mientras que para los habitantes de la ciudad no es más que
un bandido.
No cabe duda de que los numerosos corridos
contra Zapata tenían por objeto impedir que los habitantes
de la Ciudad de México apoyaran a los combatientes de Morelos,
pero sobre todo trataron de ocultar el malestar social (pobreza, precios
elevados y escasez de alimentos) desviando la atención hacia
el enemigo interior: Zapata, el Atila del Sur.
Todos los corridos de la Ciudad de México
provienen de la misma imprenta cuyo dueño se abstiene de firmar
estas "hojas sueltas" hostiles a Zapata.
Estos eran corridos controvertidos que
respondían a las necesidades de propaganda del gobierno en
el poder.
De hecho, era la imprenta de Don Antonio
Vanegas Arroyo, una empresa familiar que imprimía por encargo
todo tipo de textos y corridos, sin que esto, por supuesto, significara
que el impresor fuera ideológicamente solidario con todo lo
que publicaba, ya que según las circunstancias Zapata era un
héroe o un villano.