JOSÉ CLEMENTE OROZCO. |
|
Estos tres grandes figurativos trazaron en muro o en tela la figura de una patria, estos tres creadores la recrearon, estos reveladores la revelaron. México les debe figura, creación y revelación. Y México no es tierra de así no más, ni de baile especulativo o virreynal: es trágica grandeza, épica serenata, cadencia del corazón más volcánico de nuestro continente. Estos hombres cumplieron el mandamiento de dioses enterrados y de héroes descalzos: su pintura es esencial, geografía, movimiento, tormento y gloria de una nación formidable. Todos ellos pudieron ensimismarse en su excelencia y destreza (como Diego en el brillo cubista) pero los tres prefirieron encarar con todos sus poderes la verdad perecible estableciéndola en su patria como constructores responsables, ligados al destino y a la larga lucha de un pueblo. Me tocó convivir con ellos y participar de la vida y de la luz de México deslumbrante. Si me asombraron con su fuerza y su ternura en su patria, aquí verán en la mía el fervor de los chilenos. El fuego de esta pintura que no puede apagarse sirve también a nuestra circunstancia: necesitamos su telúrica potencia para revelar los poderes de nuestros pueblos y para afirmar la fe y la conciencia del alto destino de nuestra América unida en sus raíces por la tierra, la sangre y la defensa de nuestras esencias. Estos tres maestros mexicanos nos indican con la responsabilidad de su grandeza la afirmación de una nacionalidad. Y nos enseñan la confianza y la esperanza a través de su pintura atormentada pero victoriosa. Pablo Neruda.
|
|
.
|