Para ese fin partimos
de Puebla en el tren de Cuautla, transbordando en Matamoros para llegar
a la terminal de Tlancualpican, en cuya población teníamos
amigos.
Al día siguiente de nuestra llegada
se presentó en el lugar, inesperadamente, un capitán
zapatista de apellido Montes con veinte hombres a su mando, el que
informado de nuestra presencia mandó traernos a la Presidencia
Municipal.
Conferenciamos en privado y convencimos
al capitán Montes de que éramos revolucionarios con
deseo de organizar algunos elementos en otra región, y andábamos
buscando la forma de establecer comunicación con el Cuartel
General de Zapata y otros jefes importantes con quienes cultivábamos
amistad.
Puestos de acuerdo, decidimos regresar
en el tren inmediato; confesándonos Montes, entonces, que su
llegada tenía por objeto asaltar ese tren.
Silbó la locomotora anunciando
que entraba a la curva que desemboca a la Estación. Los zapatistas
se distribuyeron violentamente y nos invitaron al asalto, lo que aceptamos.
En la Estación esperaban la llegada
del tren además de las gentes del pueblo una numerosa peregrinación
católica procedente de Chiautla, encabezándola el párroco
de aquél lugar, quien se dirigió a nosotros pidiendo
respeto y garantías para sus feligreses.
Sin esperar la contestación de
Montes trepé a un banco y arengué al público
y a los peregrinos, encareciéndoles que ellos llevaran a la
ciudad la noticia de que los zapatistas peleaban por la libertad y
la justicia, que eran hombres de bien, y que el capitán Montes
les había dado plenas garantías.
Abogamos en seguida por el jefe de Estación
y la tripulación que estaban detenidos, presionándolos
para que informaran de los valores en existencia; explicamos a Montes
que con solo tener a la vista las Guías del Ferrocarril se
comprobaban los valores y mercancías que existieran; y que
debía darse un recibo a los empleados, de lo que se tomara,
para que éstos cubrieran su responsabilidad.
Sin más incidentes el tren regresó
a tiempo, viniendo nosotros, que trasbordamos en Matamoros Izúcar
para detenernos en Axochiapam; de este pueblo nos trasladamos a Cuautla,
después a Cuernavaca y finalmente a México, trayendo
buena información.