¿Dónde está la gente
de la revolución?, pregunta William H. Beezley. (1)
Tenemos estudios minuciosos sobre Madero,
Zapata, Carranza, Obregón y demás personajes importantes
en el ámbito nacional o en el nivel local. Aumenta constantemente
el número de los relatos --y de la interpretación de los
mismos-- sobre los vencedores y los vencidos regionales de lugares tan
diferentes como Yucatán, Guerrero, Sonora. Los historiadores
dedicados a cuestiones sociales o los sociólogos dedicados a
la historia organizan en gráficas el número de las masas,
los cambios en la tenencia de la tierra, los impuestos rurales y urbanos,
el alfabetismo y los precios de la alimentación básica.
Hoy más que nunca, la revolución
mexicana, la "gran rebelión" (la primera revolución
social del siglo XX o la última burguesa del siglo XIX, como
queramos caracterizarla) es un tema de mucho interés, que provoca
discusiones y desacuerdos, que se investiga y descubre constantemente.
Se conoce mejor y de manera más precisa ese complejo haz de acontecimientos
que desgarró y cambió a la nación; la metodología
que se emplea es más variada y fecunda; el análisis más
sutil y satisfactorio.
Pero luego de echar una mirada a líderes
prominentes, clases y masas anónimas, decisiones importantes
y vastas fuerzas históricas, la pregunta ¿dónde
está la gente de la revolución? queda, por lo general,
sin respuesta.
¿Cómo vivieron la revolución
los que participaron en ella? No hay, naturalmente, patrones fijos.
Para la mayoría de sus protagonistas, la revolución significaba,
entre muchas otras cosas, la lucha diaria con el enemigo y con la traición
de los aliados, el esfuerzo de aprovisionar a la tropa, comprar o robar
armas y municiones, buscar al converso ideológico o al que tenía
una motivación individual. En su búsqueda de la revolución,
el historiador ignora a menudo la experiencia de la revolución.
Se encuentra a veces un documento y se
le considera importante no porque obligue a revaluar alguna interpretación
histórica muy aceptada, sino porque deja percibir la forma en
que la gente vivía y sentía sus experiencias.
El documento de Cal y Mayor, que se encuentra
en la Colección Chiapas de la Latin American Library en la Universidad
de Tulane, es de esta naturaleza.
Frans Blom, antropólogo y arqueólogo de esa universidad,
encontró el documento en la frontera de Chiapas y Veracruz en
1922. Su texto, dice Blom en la introducción, cuenta "un
episodio más o menos ignominioso, que deja ver profundamente
en la historia de la época".
El autor del informe, líder de la revolución agraria en
Chiapas, Rafael Cal y Mayor, era un zapatista peculiar.
Pertenecía a una de las familias
terratenientes más distinguidas del departamento de Tuxtla, y
había estudiado derecho en la Ciudad de México antes de
unirse a Zapata en 1915. Se desprende del informe que el joven Cal y
Mayor estaba influido por la aventura de la revolución y que
era un soldado fiel. Cuando Zapata lo designó jefe de las operaciones
militares en los estados de Chiapas, Tabasco, Campeche y Yucatán,
en abril de 1915, narra el informe, Cal y Mayor, con una tropa de doscientos
hombres, partió de Cuautla (Morelos), cruzó Oaxaca y el
Istmo para llegar a Chiapas.
Cal y Mayor llegó a Oaxaca a fines
de 1915 en momentos críticos, porque el gobernador José
Inés Dávila y el caudillo militar Guillermo Meixueiro,
los hombres más poderosos del estado, habían retirado
a principios de año el reconocimiento a la soberanía nacional.
En esa época Venustiano Carranza procuraba restaurar su autoridad
en el estado usando el poder militar.
Dávila y Meixueiro convencieron
a Cal y Mayor de que permaneciera en Oaxaca por algún tiempo
y luchara contra los carrancistas, cosa que hizo durante tres meses
aunque sin éxito, porque los carrancistas tomaron la ciudad de
Oaxaca en marzo de 1916. Las fuerzas zapatistas tuvieron que abrirse
paso hacia el Istmo a través de un territorio controlado por
el enemigo. En abril, la expedición de Cal y Mayor llegó
a Chiapas a pie, sin artillería y con veinte soldados. "Increíble
era mi situación", escribió el comandante.
En la primavera de 1916, cuando entraba
en Chiapas, Cal y Mayor supo de la rebelión. Los villistas, como
él los llamaba, se habían levantado contra las tropas
carrancistas invasoras que mandaba el general José Agustín
Castro, en el otoño de 1914.
El dos de diciembre de ese mismo año,
alrededor de cuarenta hombres firmaron el Acta de Canqui, por la que
se comprometían a sacar a los filibusteros carrancistas de la
región y reconocer al hacendado Tiburcio Fernández Ruiz
como Jefe de la rebelión. A quienes participaron en ella se les
puso la etiqueta de villistas, porque se entendía que Villa estaba
también en contra de Carranza, pero con el tiempo se les llamó
"mapaches", porque, como esos animales, comían el maíz
crudo allí donde lo encontraban, a causa del hambre constante
que padecían. (2)
En un principio, los mapaches reunían
una coalición no muy definida de grupos que aceptaban sólo
nominalmente la jefatura de Fernández Ruiz: Salvador Méndez
dominaba el valle de Custepedes; Virgilio Culebro y Tirso Castañón
estaban en Comitán; Eliezar Ruiz y toda la familia Ruiz en el
departamento de Chiapas; Federico y Enrique Macías en el valle
La Frailesca. Dos exoficiales del ejército federal, Rosendo Márquez
y Teófilo Castillo Corso, que vivían en Guatemala, ayudaban
a reclutar hombres y a reunir armas y municiones.
En el verano de 1916, Alberto Pineda y
otros hacendados se reunieron en San Cristóbal Las Casas, formaron
la "Brigada Las Casas" y se unieron a la rebelión;
los pinedistas incursionaban en tierra fría y colaboraban con
los mapaches. En el mismo año, el sobrino de don Porfirio, Félix
Díaz, inició en Veracruz una rebelión para derrocar
a Carranza. Pero el movimiento felicista no tenía fuerzas suficientes
para enfrentar al ejército gubernamental que lo obligó
a retirarse a Oaxaca y, finalmente, en el mes de noviembre a Chiapas.
(3)
Esta era la situación en el estado
cuando el zapatista Cal y Mayor entró en Chiapas en la primavera
de 1916. Encontró varios grupos insurgentes que se adherían
a Villa o a Félix Díaz, que recibían ayuda del
gobierno de Guatemala, que cooperaban unos con otros o peleaban entre
sí, y que estaban unidos sólo por su lucha contra los
carrancistas.
Cal y Mayor creyó al principio
que podía hacer causa común con el dirigente de los mapaches,
Fernández Ruiz, quien, aunque no había firmado el Plan
de Ayala, le permitió dividir cuatro haciendas cerca de La Concordia
y repartir las tierras. Pronto entendió Cal y Mayor que "los
llamados villistas" ahora eran más felicistas que villistas
y como aliados eran peligrosos.
A finales del año, Juan Andreu
Almazán, segundo de Félix Díaz, informó
que "los mapaches perseguían encarnizadamente a los componentes
de la gavilla de Rafael Cal y Mayor, a los que llaman los 'tiznados',
los perseguían, repito, porque 'eran bandidos' ". (4) El
zapatista chiapaneco huyó hacia la frontera con Veracruz, al
departamento de Mezcalapa; durante los tres años siguientes trató
de hacer una verdadera revolución.
A pesar de los sinceros esfuerzos de Cal
y Mayor, los ideales zapatistas no echaron raíces en Chiapas;
los campesinos nunca se unieron para derrotar a los hacendados. Continuó
Cal y Mayor su lucha contra los carrancistas (y contra los mapaches
a veces), repartió la tierra de las haciendas, propagó
las ideas zapatistas, pero, en general, fue superficial su influencia
en la revolución chiapaneca. (5)
El movimiento político serio que
hubo en Chiapas en los años veintes no tuvo nada que ver con
los esfuerzos de Cal y Mayor. El fracaso del zapatismo en Chiapas, opinan
algunos se debió al comportamiento deshonesto de Cal y Mayor.
Sobre él oyó decir Frans Blom que era "uno de los
asesinos más brutales e inescrupulosos del tumulto revolucionario".
También el cónsul de Estados Unidos en Frontera (Tabasco)
comentó que, sencillamente, el líder zapatista era más
asesino que revolucionario. (6)
Es verdad que Cal y Mayor secuestró
algunos terratenientes norteamericanos en Chiapas, (7) y es posible
que su personalidad haya influido negativamente en la revolución
agraria de ese estado, pero hay creo, una explicación mejor.
El noroeste de Chiapas, especialmente
el departamento de Mezcalapa, zona de las operaciones militares de Cal
y Mayor no estaba maduro para la revolución. No había
en el territorio unas cuantas haciendas de gran extensión, sino
muchos ranchos productores de cacao. El gobierno registró en
1909, en el departamento de Mezcalapa, 310 ranchos y 19 haciendas; de
éstas, pocas se valuaron en más de dos mil pesos. En el
departamento de Pichucalco había 573 ranchos y 208 haciendas.
(8)
Los rancheros de Chiapas no luchaban en
pro de la reforma agraria, sino, a veces, en contra de ella. En el noroeste
del estado, el grueso de la población era indígena. y
la mayor parte de los pueblos tenían ejidos. Durante el Porfiriato
se privatizaron y repartieron nueve ejidos de Mezcalapa y ocho de Pichucalco,
pero, aunque disminuidos en su tamaño, subsistieron muchos. (9)
No existían aquí, como en
otras regiones de Chiapas, muchas presiones sobre la población
rural para que se integrara al mercado de trabajo o para que se convirtiera
en peón endeudado. El cónsul estadounidense en Pichucalco
confirma ese estado de cosas en un informe de 1910: "Hay mucho
trabajo, pero, en comparación, hay escasez de brazos''. (10)
Había, además, otro obstáculo
para alentar la revolución popular. La población del noroeste
de Chiapas, en su mayoría indígena, había permanecido
mucho tiempo aislada del resto del estado, casi no hablaba español,
desconfiaba de los ladinos y de su política, y simplemente quería
que la dejaran en paz. Las masas que Cal y Mayor procuró movilizar
para la revolución agraria eran pequeños propietarios
e indios pueblerinos. No es pues de sorprender que este hijo de hacendados,
educado como revolucionario en la ciudad de México, haya fracasado
en su intento de cultivar el zapatismo en el suelo de Chiapas. Más
que Bolívar, Cal y Mayor había arado en el mar.
En 1920 Cal y Mayor apoyó el movimiento
anticarrancista de Agua Prieta que llevó a Alvaro Obregón
a la presidencia. El nuevo régimen le recompensó con el
nombramiento de general y con la comandancia de una de las zonas militares
de Chiapas. Hacia mediados del decenio ingresó en la política
y fue elegido diputado federal; por breve tiempo fue presidente de la
Liga Central de las Comunidades Agrarias. En l932 se le nombró
general de brigada; murió diez años después, a
la edad de cincuenta años.
Hubo pocos cambios en el movimiento zapatista
chiapaneco, que se hundió en la oscuridad y el olvido. Pero se
conserva este documento, que puede ayudarnos a entender mejor esa experiencia
revolucionaria. El informe de Cal y Mayor habla de sufrimiento, peligro,
traición, confusión ideológica y fervor revolucionario,
todas , sin duda , experiencias comunes en muchos grupos revolucionarios
de México entre 1910 y 1920.
Esta es una perspectiva de la revolución,
de la gente que luchó en ella, que la vivió. Es una perspectiva
válida, muy alejada de las deliberaciones importantes de la ciudad
de México, de las decisiones y actuaciones de Madero, Carranza,
Villa y otros. La gente de la revolución por la que pregunta
Beezley puede encontrarse en este informe y en otros documentos parecidos.
Habla por ti mismo, Rafael. (11)
INTRODUCCIÓN DE FRANZ BLOM
Hay una historia detrás de este
manuscrito. La cuento como otros me la contaron: uno de ellos fue el
Dr. Sparks, cónsul británico en Puerto México (1922);
otro fue un hombre que ingresó por la fuerza al servicio de Cal
y Mayor, y que vio de cerca algunos hechos y a sus protagonistas.
Un dentista americano y su esposa, viejos ya, vivían en una plantación
que tenían cerca de Pichucalco. He olvidado sus nombres. En una
de sus incursiones, Cal y Mayor saqueó la plantación y
llevó a los viejos como prisioneros a su campamento. Se divertía
mucho obligándolos a realizar los bajos menesteres de los sirvientes.
Siempre oí --de los indios escapados
del campamento o de gente del Istmo de Tehuantepec y de Tabasco-- que
a pesar de su educación y de sus finos modales, Cal y Mayor era
uno de los más inescrupulosos y brutales asesinos de la revolución;
allí donde iba saqueaba, quemaba, asesinaba.
El guía me dijo que todos los sábados
mandaba alinear a la tropa y a los prisioneros y les leía el
informe para su general el jefe Emiliano Zapata. Este manuscrito es
copia de ese informe. Lo encontré con otros papeles, dentro de
sacos de palma que estaban pudriéndose, en Pozo Colorado, a orillas
del Río de la Venta, en 1922. Mi guía, exprisionero de
Cal y Mayor identificó estos papeles como aquellos que solía
leerles.
Cuando el informe estuvo escrito, el general
dijo a la mujer del dentista que debía llevárselo a Zapata.
Se escondió el original del documento en las suelas de sus zapatos,
y se le dijo que si no regresaba en cierto tiempo con una respuesta,
su marido, viejo y débil moriría.
La mujer partió. El Dr. Sparks,
cónsul británico en Puerto México, me dijo que
ella le había pedido ayuda cuando pasó por el pueblo hacia
la ciudad de México, pero como cualquier interferencia ponía
en peligro la vida de su esposo, continuó su camino.
Llegó la mujer a México,
atravesó las líneas federales y entregó por fin
su mensaje. Supo al regreso que su marido había muerto de inanición,
según le contaron los indios. Éstos, que lo querían
mucho, le habían dado sepultura en un campo abandonado de Tepoztlán,
a orillas del río Nanchital. Las manos amorosas de los indios
habían señalado la tumba con botellas vacías puestas
hacia abajo, de modo que los fondos dibujaban un cuadrado, y a la cabeza
habían puesto una rústica cruz de madera. Me detuve ante
ella el 26 de enero de 1922. El documento cuenta un episodio más
o menos ignominioso, que, sin duda, deja ver profundamente en la época.
COPIA DEL INFORME RENDIDO POR EL C. GENERAL
DE BRIGADA RAFAEL CAL Y MAYOR AL GENERAL EN JEFE DE LA REVOLUCION EMILIANO
ZAPATA.
AÑO DE 1916
República Mexicana. Ejército
Libertador.
Brigada "Cal y Mayor".
Núm. 1.
Tengo el honor de participar a usted las
novedades ocurridas a la Brigada a mi mando, porque creo están
en su poder los partes que con oportunidad le rendí.
Obedeciendo las instrucciones recibidas
de ese Cuartel Gral. en el mes de Abril del año próximo
pasado, donde se me ordenaba viniese a mi querido estado, para que levantara
á mi pueblo en favor de la sagrada causa que defendemos, y me
hiciese cargo de las operaciones militares en los Estados de Chiapas,
Tabasco, Campeche y Yucatán; emprendí mi marcha de Cuautla
el 11 de Noviembre, no habiendolo hecho antes por acatar algunas órdenes
que posteriormente me dío esa superioridad y después porque
el enemigo nos atacó, como Ud. sabe en la Ciudad de México
y nos vimos obligados á defender á la población
por espacio de 25 días motivo que iso tardar mi expedición,
llegando a Oaxaca hasta fines de Diciembre de ese mismo año y
tras de grandes penalidades y a costa de muchos sacrificios que logré
vencer.
Estaban al frente del Gobierno de Oaxaca,
el Lic. José Inés Dávila como Gobernador y el Lic.
Meixueiro como Gral. en Jefe de las fuerzas. (12) Estos hombres de abolengo
científicos y principales leaders felixistas no peleaban por
nuestros ideales, sino que pretendían restablecer el orden constitucional,
apelando a la llamada Soberanía del Estado.
Al siguiente día de haber llegado
á Oaxaca, me apersoné con Dávila y Meixueiro y
les expliqué, los motivos que tenía al pasar por la capital
del Estado y de la comición con que Ud. tuvo a bien honrarrne
y a la vez, hacerles una visita de cortesía por el buen recibimiento
y agasajos de que fuí objeto en mi tránsito por los pueblos.
Me manifestaron que tenían mucho
gusto de que estuviese con ellos y que me ayudarían para el éxito
completo de mi expedición. Enseguida me pintaron la situación
tan crítica para ellos en esos momentos, pues el enemigo por
el rumbo de Miahuatlán avanzaba y que les era imposible el contenerlo,
por que las fuerzas que deberían ir para allá aun no se
acababan de organizar en Ixtlán, y mientras tanto la capital
corría peligro, suplicándome a la vez, saliera á
batir a los carrancistas entre tanto llegaban las fuerzas serranas,
quedando libre después, para continuar mi ruta, no teniendo inconveniente
en auxiliar a nuestros aliados, que era el calificativo con que nos
trataba Meixueiro, acepté.
Por espacio de tres meses, combatí
sin descanso al enemigo en casi toda la costa y de todos los combates
también dí á Ud. cuenta. Los famosos serranos se
tardaron mucho en llegar en mi auxilio y en todos los encuentros habidos
en esa época se distinguieron por lo correlones. Viendo quc el
enemigo había desistido de su propósito y que me tardaba
mas de lo necesario, regresé a Oaxaca para recojer el resto de
mi impedimenta y continuar mi marcha.Al
comunicar tal determinación a Meixueiro, se molestó muchísimo,
pretendiendo regañarme a lo que no dí lugar.
Antes de llegar a la capital de Oaxaca, se me unió el Gral Manuel
Martínez Miranda y el Gral. Santibáñez, dejándome
este último su fuerza, porque el se fué á Morelos.
(13)
Al regresar de la campaña a que
me refiero, me quitó el Gobierno de Oaxaca á dichas fuerzas,
empleando para ello una política muy sucia.
Por agentes de dicho Gobierno trataron
de comprarme todo mi armamento, ofreciéndome en obsequio una
hacienda y un chalet en la Capital, en la inteligencia de que pondría
precio a mis elementos de guerra pagándomelos en oro, asegurándome
Meixueiro que quedaría con el mando de la Brigada.
Viendo la situación tan crítica
por la que atravesaba, decidí salir de Oaxaca a toda costa, donde
constantemente el Gobierno trataba de conquistar á la tropa y
mis jefes.
Encontré en Oaxaca al Ing. Adalberto
Hernández, ex-Subsecretario de Agricultura de la Soberana Convención
Revolucionaria, personaje misterioso que solía frecuentar grandes
conferencias con los felicistas en unión del Gral. Eguia Liz.
El Ing. Hernández se expresó
duramente de nosotros, pronosticándome la creación de
un nuevo partido de salvación de nuestra patria, aconsejándome
dejara el Zapatismo. Eguia Liz me indicó que traia comición
reservadísima suya y eso motivaba sus pláticas con el
gobierno y se trataba nada menos que de proclamar la Soberanía
en todos los Estados y que a él se le había encomendado
poner de acuerdo a Ud. con los de Oaxaca, y al verme á estos
lugares debería hacer lo mismo, contando con elementos que me
llegarían oportunamente.
Viendo Meixueiro que nada conseguía
conmigo trató de desarmarme, pero cupo la casualidad en esos
días, el avance rápido del enemigo de Jlacolula, distante
8 leguas de la capital y entonces se me suplicó saliera a contenerlos,
y de este modo pude desembarazarme de nuestros enemigos, porque ya no
me detuve, continuando hasta el Istmo.
Debo hacer de su conocimiento que poco
antes de salir de Oaxaca, fue desarmado y asesinado el Gral. Manuel
Alvarado perteneciente á la Divición del Gral. Aguilar,
en Ejutla, nada más porque no estaban de acuerdo con los planes
de Meixueiro y la misma suerte hubiese corrido si no me pongo listo.
(14)
Todo el tiempo que estuve entre los reaccionarios
pude observar el odio de Meixueiro tiene al Gral. Aguilar y después,
a Almazán y los planes que le puse para ver si los desaparecía,
no logrando su objeto, y con este propósito deseo que le sirviese
de instrumento, oponiéndome terminantemente.
Si fué dificultosa mi llegada a
Oaxaca, no lo fué menos mi arribo al Istmo. Los caminos muy quebrados,
los serranos en mi persecución y los carrancistas interponiéndose
á mi paso, hizo que me viera precisado a abrir brechas, para
burlar a mis enemigos y remontarme por algunos días en el Jimpoaltepetl,
para perder de vista á mis perseguidores y que descansara y repusiera
mi fuerza.
Varios de mis oficiales y jefes que habían
sido minados por los felicistas, se pasaron con ellos y otros como los
Grales. Alfonzo y Leon Leon, de origen Guerrerense me traicionaron en
momentos que marchaba á volar el Ferrocarril de Tehuantepec.
Viendome solo y temeroso de que mi artillería cayera en poder
del enemigo, que hasta entonces la había conservado, resolví
enterrarla, haciéndolo con las precauciones necesarias y tengo
la seguridad de que no a caido en poder del enemigo, y no está
lejano el día en que la recupere. Esto se llevó a efecto
a inmediaciones de Rincon Antonio.
Permanecí algún tiempo operando
en el Istmo donde derroté al enemigo en varios encuentros, fusilando
algunos jefes carrancistas, contándose entre ellas a un Tnte.
Cor. Rueda, a quién le repartí su hacienda a los trabajadores
y al pueblo de Snta. Maria Gienagati. Volé los dinamos que dan
luz a Sn. Gerónimo, porque el agua que movia dichos dinamos,
se las quitaba desde hacia mucho tiempo a cinco pueblos, que en las
secas se veían precisados a comprar el precio liquido.
El día dos de Abril, tomé
la hacienda de Sn. Pablo, y pueblos de Unión, Hidalgo y Niltepec,
donde el enemigo me derrotó completamente, a consecuencias de
que el Tnte. Cor. Abelardo Medina Veytia, que mandaba una sección
de ametralladoras, se pasó con el enemigo y cuando el debia protegernos
nos hizo fuego, lo que vino a contribuir que otros muchos soldados se
pasasen también. En este combate perecieron muchos soldados,
oficiales y el Tnte. Cor. Durán, quien se portó heroicamente,
pudiendo hacer mi retirada con poco mas de 100 hombres.
Encontrándome verdaderamente acosado
por más de tres mil hombres de caballería carrancistas
y poco más de mil infantes, me vi precisado a remontarme en un
cerro, cerca de la hacienda de Regadillo, a inmediaciones de Ganatepec,
y ahí me cojió completamente el enemigo y ya cuando ellos
llegaban cerca de nosotros, ordené bajar a toda carrera sobre
mis sitiadores, a quienes desconcerté y una vez que me ví
en el plan, arrebaté de los soldados que, cuidaban la caballada
enemiga los suficientes para montarnos, porque todos nosotros estábamos
a pié desde Niltepec y de éste modo pudimos salvarnos
llegando á los tres días a la Gineta, punto de la Sierra
Madre que divide Chiapas de Oaxaca y de este lugar ya me pude orientar,
no que en todo el camino por el que atravesé me era totalmente
desconosido, guiándome únicamente por la via. Mas antes,
es verdad que traia planos sirviendome de ellos en toda mi expedición,
pero una noche cerca de Sn Gerónimo, se extravió una mula
de la impedimenta donde venían.
Desde el Istmo vine recogiendo noticias
de que existian revolucionarios Villistas en Chiapas y procuré
a toda costa averiguar en que lugar del Edo. se encontraban, desgraciadamente
antes de llegar a ellos, caí con todos los mios, en una emboscada
en la hacienda llamada Puebla que está al pie de la Gineta. Aunque
peleamos con arrojo tuve que lamentar la pérdida de varios oficiales
é individuos de tropa, unos muertos y otros prisioneros, al Gral.
Vicente Estrada, que cayó en poder del enemigo; siendo fusilado
en la fábrica "La Providencia".
El Gral. Estrada fue Jefe de Estado Mayor
de mi Brigada, desde la segunda toma de la ciudad de México,
por nuestras fuerzas y siempre se distinguió por su valor y buena
organización que dió a la expresada. De éste descalabro
únicamente se salvaron 20 soldados, el Gral. Eustaquio Durán
Jefe del 1° regmto. de Tepoztlán Mor., el Gral. Pedro de
la Garza Jefe de la Escolta y después del segundo Rgmto. de Tamaulipas
y yó.
Diez y siete dias anduve por las montañas
llegando cerca de Sn. Nicolás, finca de mis padres donde habian
400 carrancistas de destacamento . Mi papá me informó
de la zona que recorrian los villistas y del camino que debia seguir,
teniendo que atravesar al Edo. porque se encontraban en la frontera
de Guatemala.
Increible era mi situación en aquellos
dias, todos a pié sin ropa por haber perdido la caballada en
el combate de Puebla, cansados apenas podiamos dar paso, sin embargo
de ésto, y de las proposiciones que los carrancistas me hacian
de ascender al grado inmediato, de ir organizar una divición
a México y otras muchas cosas que rechacé energicamente,
prefiriendo morir a rendirme nunca pensé retroceder ante la tarea
que me habia trazado al venir á Chiapas.
Difícil será narrarle los tropiesos que tuve en esos dias
acercarme a los Villistas, logrando tener mi primer contacto en la hacienda
Mexiquito, el 1o. de Mayo donde se encontraba el Gral. Brigadier Tiburcio
Fernández, con su fuerza y la del Gral. Tirzo Castañon.
El Gral. Fernández venia de Comitán, plaza que acababan
de tomar; encontrandose ausente el Gral. Castañon porque habia
ido a Guatemala, después de la toma de Comitán en union
del Cor. Agustín Castillo.
El Gral. Fernández, hacendado del
Edo, antiguo compañero de escuela y por lo tanto amigo de infancia
le fué muy grata mi llegada y expontáneamente la fuerza
vitoreó el nombre de Ud. y con regocijo, oyeron lo que les dije
al hablarles en su representación, explicandoles cuales era la
causa que usted perseguia desde hace muchos años, la misma que
mas tarde reconoció y defiende hasta la fecha el Gral. Villa
y dado que ellos eran Villistas, deberían tener la seguridad
de que contarian con un puñado de hermanos zapatistas, que junto
con ellos, sabrian llegar al triunfo o morir en holocausto de la victoria.
El jefe de estado Mayor del general Fernández
que lo era por ese entonces el Cor. Rodulfo Gamboa, juró solemnemente
adherirse a nuestros ideales, siendo en lo general el sentir de la tropa,
lo mismo que de la oficialidad, distinguiéndose entre ellos el
Cap. 1o. Vicente Montecinos y el Cap. 2o. Julio César Montecinos.
El Gral. Fernández viendo que toda su gente se volvió
Zapatista, me engañó, haciendome creer que él también
estaba sugestionado por nuestra causa.
Llegué a Mexiquito con el Gral.
de la Garza, dos soldados y Cap. 1° Cleofas Hernández de
Tepoztlán Mor. no habiéndolo hecho con el Gral. Durán
y demas soldados poqrue estaban muy enfermos, a quienes dejé
en la hacienda de Sta. Bárbara, que era lugar seguro y a donde
podrian restablecer, entre tanto regresaba de conferenciar con los Villistas.
Fernández me manifestó que desde luego nos unieramos y
el efecto marchariamos a recoger al Gral. Durán, no firmando
en el acto la protesta del Plan de Ayala, porque deseaba hacerlo en
unión de Castañon y Castillo.
El día 5 de Mayo llegamos á
la Concordia, y como primeros pasos del Zapatismo en Chiapas, determiné
reunir al pueblo, efectuándolo el día 16 que nombré
la autoridad Municipal, haciendoles ver la causa Zapatista y la trascendencia
que en nuestro estado tendria en lo futuro, que yo habia sido mandado
por usted a fin de reivindicar a los pobres que por tanto tiempo han
estado esclavizados por los hacendados científicos y caciques.
Luego todos se quejaron de1 despojo de
sus ejidos por los hacendados, por lo que me determinó levantar
una acta, donde constaba el reparto de cuatro haciendas que la revolución
hacia en favor del pueblo de la Concordia y al efecto, en acto solemne
marché con todo el pueblo a las haciendas de referencia y les
dí posesión, autorizándolos para que trabajaran
disfrutando de los bienes muebles existentes.
Al terminar la acta se presentó
el Gral. Fernández y al enterarse de lo sucedido, manifestó
que el se sentia Zapatista, me elogió mi procedimiento y hasta
firmó el acta de la que le mando copia para constancia de ese
Cuartel Gral. También al concluir la ceremonia llegaron oportunamente
procedentes de Guatemala, Castañon y Castillo y con verdadero
asombro se enteraron del primer reparto de tierras hecho por los zapatistas
en el Edo. de Chiapas, diciendo Castillo a Castañon y a Fernández
en público que yo sería más tarde el cuchillo de
ellos.
Después de saludar a estos sugetos
y contarles los pormenores de mi expedición, pasamos de lleno
a tratar los asuntos de la revolución. Este día al que
me refiero no pudo ser más acalorada la discución, llegando
el momento que Castañon, lleno de infulas manifestó que
él no era Zapatista, ni villista, que peleaba únicamente
porque los carrancistas salieran del Estado. Fernández dijo que
él era un simple soldado de la patria. Castillo no habló.
Aplazamos para el siguiente dia nuestras
pláticas. Entretanto yo conversaba con el pueblo y la tropa,
mostrandose todos ellos felices por tener en su seno a los zapatistas
que traian la redencion del desheredado mexicano.
Es del todo indispensable que usted sepa
que al llegar al estado fué tan escandoloso este hecho, que Guatemala
mandó dos Coroneles en representación del Gobierno, a
fin de serciorarse de la importancia que tenian los revolucionarios
Chiapences, porque necesitaban saber de la garantia que Guatemala tendria
al dar elementos de guerra a los revolucionarios y también para
convencerse si era cierta mi venida del interior, pues se decia en la
prensa de la vecina República del Sur, que yo había llegado
en auxilio de los Villistas.
El día 17 de Mayo levante la acta
que adjunto á usted, y por ella verá cuales fueron mis
intenciones al hacerlas firmar, era bajo todo punto de vista necesario
que mis paisanos dieran color y así saber a que atenerme y más
aún, considerando el carácter y antecedentes científicos
de estos generalitos quise comprometerles a que mañana o pasado
no cambiasen de chaqueta, y a éste fin en el acta de referencia,
y en una cláusula de tantas, se previene que ninguno de nosotros
podria entrar en tratados con el enemigo u otra fracción cualquiera,
que no fuese Zapatista o Villista.
Teniendo en cuenta que Castañon
desde que se levantó en armas á principios de 1915, a
consecuencias de que los carrancistas pusieran en libertad a los mozos
y como Castañon era uno de los tantos negreros, se sintió
ofendido y empuñó las armas, yéndose a refugiar
a la frontera y desde esa fecha solo se ha dedicado a robarse el ganado
quitando la riqueza del Estado, bienes que se han logrado escapar de
la rapiña carrancista, y por este motivo, asenté en otro
artículo del acta a que me refiero; que ninguno de los tres Grales.
aisladamente, podiamos hacer operaciones financieras, sin el consentimiento
de los otros dos.
Al cambiar las primeras impresiones con
los enviados de Guatemala, noté la sorpresa que les causó,
al hablarles de la union Zapata Villista, e imprudentemente guiados
por propio impulso me dijeron que el Presidente Estrada Cabrera cultivaba
buenas relaciones con Estados Unidos de América y por lo tanto
tenian la seguridad de que sus gobiernos, no cambiarian de la política
que se habia trazado, desde el principio. pues estaban seguros que ningun
gobierno revolucionario actual podria traer la paz en México,
sino era uno, que por su prestigio y apoyo de los Estados Unidos se
pusiera al frente de la revolución, restableciendo el orden constitucional,
creyendo ellos que el futuro Presidente de México fuese Félix
Díaz, porque era el hombre indicado y por tener la confianza
del Gobierno Americano y que también esto era el sentir de Estrada
Cabrera.
Pasando después a felicitarme,
porque (aludiendo a Félix Díaz) teníamos de candidato
a un hombre, que como su tío, haría la paz por muchos
años. En contestación a éste absurdo, les dí
copia de cada una de las actas levantadas en La Concordia, pocos dias
antes. Advirtiendo á Ud. que el acta donde haciamos mas patente
la unión Villa - Zapatista, y que creyeron Castañón,
Fernández y Castillo que seria netamente reservada y al enterarse
los Coroneles Guatemaltecos de el acto no dejaron de mostrar su enojo,
diciendo el uno al otro, entonces se nos engaña!
Nosotros los zapatistas, Sres. Coroneles, les dije: peleamos desde 1910
por los ideales que se encuentran sintetizados en el Plan de Ayala y
que responden a las justas aspiraciones del pueblo mexicano y no engañamos
a nadie, antes lo contrario, hacemos cuanto esta de nuestra parte en
explicar quienes nos oyen, los motivos de ésta gran revolución
agraria.
Se afirmó en toda la prensa extranjera,
me replicaron los coroneles que las tropas que militaban a las ordenes
de los Grales. Zapata y Villa peleaban ahora por el Gral. Díaz.
Es un error señores Coroneles creer que los hombres que peleamos
desde hace algun tiempo por la reforma sociales de nuestro pais, sostengamos
mañana o pasado la personalidad de Félix Díaz,
que con solo ver sus antecedentes, vemos al eterno enemigo de nuestra
causa.
Entonces (volviendo a insistir) como es,
que la mayor parte de los Grales. federales se encuentran en Guatemala,
haciendo propaganda felicista, siendo que en su totalidad pertenecieron
a los fuerzas del Gral. Villa como el Gral. Medina Barrón, que
es el encargado del Gral. Díaz para impulsar la revolución
en los Edos del Sur?
Es muy fácil de explicarse esto,
Srs. delegados. Las revoluciones que como la actual, duran para triunfar
varios años, hacen que se depure los hombres y más aún,
cuando ha habido alguna dictadura larga, los hombres que en éste
periodo sirven a los gobiernos se corrompen; resultando la degeneración
de los ciudadanos y para volver a sus pasos la sociedad, necesita de
estas convulciones que hacen desaparecer los organismos dañados.
Al entrar nosotros en México en
1914, el Gral. Villa llevó consigo al elemento corrompido federal,
creyendo que se regeneraria a su lado y pronto se desengañó
de su error, porque todos los federales de la escuela porfiriana, no
pudiendo resistir a uno ó dos descalabros de la División
del Norte y viendo que ellos no controlaron el mando de las fuerzas
del Gral. Villa como lo pretendieron, en masa lo traicionaron. yendose
a refugiar al lado del eterno fracasado en las revoluciones de México,
Félix Díaz.
Con estos cambios de impreciones bastó
para que los representantes de Cabrera retornaran a Guatemala violentamente,
pretestando que su gobierno les habia limitado el tiempo. Castañón,
Fernández y Castillo no supieron explicarse éste incidente,
el caso es que Medina Barrón ya no pudo adquirir los elementos
de guerra que tenia en tratos con el gobierno de Guatemala y los llamados
Villistas de Chiapas se han quedado esperando hasta la fecha dichos
elementos. (15)
A la par que esto acontecia, circularon
en toda parte dominada por los llamados Villistas proclamas de Felix
Díaz firmadas en tierra Blanca, con el lema de Paz, Libertad
y Justicia, a igual de los de la llamada Soberanía del Edo. de
Oaxaca. En mi poder cayeron veinte mil manifiestos de Félix Díaz
que los rompí publicamente en presencia de los felicistas.
A raiz de la llegada de los carrancistas al Edo. hubo un levantamiento
zapatista encabezada por el coronel Virgilio Culebro, de origen Tuxtleco,
pero desgraciadamente fue asesinado en la Concordia por el traidor Tirso
Castañon. (16)
El Coronel Culebro, de ideas netamente
zapatista, se distinguió en el corto tiempo que operó
con nuestra bandera, por su valor, arrojo y pericia militar. De la fuerza
que el llegó a organizar, solamente siguieron fieles, los hermanos
Montecinos y el Cor. Gamboa de los que ya le hable.
Viendo Castañon, Fernández
y Castillo que mi fuerza aumentaba de dia en dia y los pueblos enteros
se levantaban en favor del Zapatismo y que no podian llevar a cabo a
sus maquinaciones felicistas, intentaron asesinarme varias veces engañándome
en una de tantas, para que fuese a la frontera de Guatemala a recibir
armamento y municiones, pudiendo dejar con Fernández mi fuerza,
y cuando llegue a (Nentón, Guatemala), se me quiso aprehender
para ser fusilado por acusárseme de revolucionario Guatemalteco,
pero enterado de lo que pasaba, hui en la noche abandonando a mi acusador,
Tirso Castañon.
Cuando regresé al lado de mi fuerza,
únicamente el Gra1. Durán, el Cor. Camboa, hermanos Montecinos
y el Gral. de la Garza habían permanecido fieles a nuestra causa,
habiéndose pasado todos con Tiburcio Fernández porque
este propaló la noticia de que me había ido al extranjero,
diciendo a la tropa que lo debían reconocer como Jefe, dado que
era hijo del Estado y no irse con los Grales. Durán y de la Garza
porque no eran de aquí y no los conocían. Y otras muchas
intrigas propias de la bajeza felicista, pusieron en juego para desprestigiar
nuestra causa.
El Ex-Federal Medina Barrón escribió
desde Guatemala a Castañon y Fernández, ordenándoles
proclamaran la soberanía del Edo., debiendo quedar, como gobernador
el primero y de comandante militar el segundo, proclamando desde luego
y a cualquier sacrificio la eliminación de los zapatistas, porque
el traidor de Félix Diaz no tardaría en llegar por estos
rumbos y ponerse al frente de los reaccionarios y era del todo indispensable
contar para este fin con todos los revolucionarios incondicionalnente.
(17)
Fernández y Castillo me invitaron
para que con los jefes y fuerzas que me quedaban asistiera a una junta
general que tendría verificativo en "Espiritu Santo"
con el objeto de nombrar el gobierno del estado. Les contesté
que el Plan de Ayala, previendo éste caso, era muy explícito
en los arts. 12 y 13 y si tenian alguna duda podían recurrir
a él para mejor orientación.
Viendo ellos mi oposición a sus pretenciones trataron de asesinarme.
Logrando escapar yéndome a reunir con el resto de mi gente en
la "Frailezca" que aunque en mi ausencia trataron de voltearla,
ésta permaneció fiel.
Antes de estos acontecimientos hice algunas
giras por los departamentos de Tuxtla, La Libertad, Sn. Bartolo. y Comitán,
logrando tomar la plaza de Ocozocoautla donde el Gral. Pedro de la Garza
quitó al enemigo 40 carabinas 30-30 parque y caballos lo que
vino a contribuir el odio tan terrible que mis fuerzas adquirian a cada
momento con los felicistas, llegándome hacer éstos una
guerra sin cuartel.
Los hacendados que se llamaban Villistas
también, se volvieron mis peores enemigos, al enterarse de que
yo venía repartiendo todas las haciendas, diciendo que los carrancistas
les habían quitado los mozos poniendolos en libertad y los zapatistas
repartiendo sus fincas y que, en tan difícil situación
que sería de ellos?
Viendome enteramente acosado por los carrancistas
y los felicistas, determiné dividir en dos guerrillas mi fuerza,
una al mando del Gral. de la Garza y la otra a mis ordenes. El Gral.
de la Garza debería marchar a Canatepec, Tapana y tomar Jalisco,
haciendo la propaganda necesaria por esos rumbos, instalando sus campamentos
en la Gineta, y yo dirigirme a Pichucalco y Tabasco para impulsar la
revolución en aquella zona, uniéndonos a mi regreso en
sus campamentos.
El Gral. de la Garza, hizo una brillante
expedición, y deseando verse conmigo regresó a la zona
felicista con una escolta de 30 hombres para ver que datos tenía
de mi. En la hacienda de Sn. José del felicista Castañón
el enemigo lo atacó en número de 300 duramente, entablándose
un tiroteo de 7 horas de duración, logrando escapar con los suyos,
después de causar a los carrancistas muchas bajas pernoctando
en la hacienda de Sta. Bárbara.
Agustín Castillo que desde hacía
varios días le estaba preparando una celada, llegó a Sta.
Bárbara con 200 hombres en calidad de compañero, quién
aplaudió su valor y arrojo. Castillo invitó a almorzar
al Gral. de la Garza y una vez que estuvo en su Cuartel lo asesinó
villanamente desarmándole a su escolta.
Al partir á Pichucalco, tuve que
dejar en Sta. Bárbara al Gral. Durán con 10 soldados del
H. Edo. de Morelos y soldados de aquí, porque en momentos de
salir su caballo se desbocó, rodándose en un barranco,
causándole la abertura del pecho, por lo que no pudo continuar
conmigo.
Al llegar el traidor Castillo a Sta. Bárbara
hizo prisionero al Gral. Durán quién se encontraba sumamente
grave, llevándoselo con los suyos a la frontera, donde permanece
actualmente y a pesar de los sacrificios que hago por rescatarlo, no
he podido conseguirlo.
En mi marcha para el Departamento de Pichucalco,
tuve que atravesar el de Mescalapa donde encontré al llamado
Coronel Edmundo Osorio, que se acababa de levantar en armas. Le hice
ver los ideales nuestros y habiéndome jurado defender el Plan
de Ayala, lo incorporé á mi columna continuando mi camino
para Pichucalco, llegando a Ixtacomitán, pueblo que dista 10
kilómetros desde ese plaza, adonde dispuse y ordené la
marcha por la noche a Pichucalco para caerle el enemigo al amanecer,
pero desgraciadamente, los carrancistas tuvieron noticia de mi aproximación
y salieron a mi encuentro teniendo el primer contacto a medio camino
a la madrugada, viendome obligado a replegarme a Ixtacomitán
y esperar al enemigo que me atacó a las 7 a la mañana
el 5 de Agosto, pero logré retrocederle derrotándolo completamente.
En esos momentos disponía perseguir
al enemigo, cuando se me dío aviso de un complot que Osorio había
tramado contra nosotros por lo que determiné desarmarlo a él
con todos los suyos, motivo por el cual suspendí momentaneamente
mi avance á Pichucalco.
Osorio, hacendado del Departamento de
Mescalapa, se había levantado en armas en convinación
de los felicistas, pero habiéndole descubierto muy pronto su
traición, le desarmé en la hacienda de "La Libertad;"
distante 30 kilómetros de Pichucalco, permaneciendo ahí
por espacio de l5 días.
Sabedor de que existían en el Departamento
y Tabasco, revolucionarios encabezados por los Jefes Ramón Ramos
y Juan Hernández, procuré a toda costa ponerme en contacto
con ellos. Dichos Jefes están levantados en armas desde 1910
y aunque no tenían bandera definida comprendí que peleaban
por la redención de la clase menesterosa, así es que no
vacilé ni un solo momento en invitarles para que tuviéramos
unas conferencias y de ésta manera atraerlos a nuestra causa.
No bien hube mandado los correos cuando
voluntariamente el Coronel Hernández se presentó en mi
campamento de "La Florida", donde se le hizo una cariñosa
recepción por parte de mis fuerzas. En las primeras impresiones
que cambié con él, comprendí que era un hombre
humilde, completamente, sin ambiciones bastardas, por lo que me inspiró
una confianza absoluta y por lo tanto empecé desde luego á
explicarle cuáles eran los motivos e ideales del Zapatismo, manifestandole
a la vez, demás, la misión que me había Ud. conferido
y cuando se cercioró bien de cuales eran nuestros ideales, con
verdadero gusto hizo la protesta del Plan de Ayala, en unión
de su oficialidad (de la cual mando copia) adhiriéndose por lo
tanto al Ejército Libertador por lo que tuve a bién extenderle
su nombramiento como Gral. Brigadier y darles despachos firmados por
mi a todos sus oficiales, quedando desde luego incorporado a mi Brigada.
En esa misma fecha ascendí al Gral. Brigadier por su fidelidad
y buenos servicios prestados a la causa al coronel Rodulfo Gamboa.
Luego que el Gral. Hernández regresó
por orden mia a sus campamentos, llevándose al felicista de Osorio
en calidad de prisionero, empesó a sufrir deserciones de parte
de algunos de sus oficiales, encabezados por Osorio, que se fugó
siendo en su totalidad hacendados que se le habían incorporado
únicamente por estar sentidos con las carrancistas que habían
puesto en libertad a sus sirvientes y luego que vieron que los principios
por los que peleaba el referido Gral., después de las conferencias
que tuvo conmigo eran contrarios a sus aspiraciones, lo traicionaron,
quedando únicamente con soldados pertenecientes en su totalidad
a la clase pobre; más no por esto a desmallado sino que por el
contrario sigue peleando con mas fé porque la gente que antes
tenía se le han depurado, quedándole los verdaderos revolucionarios.
El C. Gral. Ramón Ramos, oriundo
del Estado de Tabasco, abrazó con verdadero entusiasmo las armas
en 1910, por circunstancias especiales, el Gral. Ramos se retiró
a la vida privada al triunfo del Sr. Madero.
Viendo el mencionado Gral. que todas las
promesas de la revolución de 1910 habían fracazado, burlándose
de ésta manera el Sr. Madero del pueblo, que supo elevarlo á
la Presidencia. volvió a empuñar las armas a raiz del
cuartelazo dado por el traidor Huerta y engañado por Carranza
tomó participio en las fuerzas de éste, pero viendo que
los carrancistas seguían las huellas de todos los gobiernos que
han esclavizado al pueblo, se volvió a lanzar a la lucha abiertamente
contra él, orientándose de una manera definitiva con mi
llegada a estos lugares. Con misma fecha que ascendi al Gral. Gamboa
y al Gral. Hernández mandé nombramiento de Brigadier al
Gral. Ramos lo mismo que despachos para su oficialidad.
En días pasados llegó a
este Campamento el Tnte. Coronel José María Luna, a quien
mandé especialmente a entrevistar al Gral. Ramos, dándole
las instrucciones que tuve a bien mandarle así como ejemplares
del Plan de Ayala, para que los hiciera circular en la zona que opera.
El Tnte. Cor. Luna me trajo correspondencia y documentos que demuestran
palpablemente el caracter del Gral. Ramos, humilde de nacimiento, sin
ninguna instrucción, valiente hasta la temeridad y verdadero
ciudadano Mexicano que se ha sabido identificar ante mí como
un verdadero luchador de la sagrada causa que defendemos.
El Tnte. Cor. José María
Luna de Tabasco y sobrino del Cral. Ramos ha estado luchando desde hace
mucho tiempo por la misma causa, quien está a mi lado y es uno
de tantos Jefes que prestan muchas esperanzas.
Hasta ahora mi Gral. me parece que el
destino empieza a recompensar nuestros sacrificios, pues después
de muchas traiciones y penalidades infinitas que han venido depurando
mis Jefes y soldados me he venido a encontrar con un grupo de hombres
netamente Zapatistas y que tienen fé ciega en nuestra causa y
se sienten orgullosos al morir por ella.
Puedo asegurar a usted que entre todas
mis fuerzas cuento con poco mas de dos mil hombres siendo los principales
jefes, los Grales. Gamboa, Ramos, y Hernández, coronel Fidel
Ramos, Tenientes Coroneles Cleofas Hernández, hermanos Montecinos,
José María Luna, Sebastián Fones Israel de Dios
y Froilan Flores y otros muchos como usted vera en la protesta del Plan
de Ayala que le adjunto.
Por no creerlo prudente no digo a usted
las operaciones militares que voy a efectuar éste año,
teniendo la seguridad de dominar los estados que esa superioridad tuvo
a bien encomendarme. Mando a usted dos decretos uno sobre los papeles
de Carranza y otro respecto a la repartición de tierras en los
estados de mi jurisdicción que he expedido apegándome
a los ideales del Plan de Ayala.
Viendo que el enemigo se acumuló
en gran número en la plaza de Pichucalco, decidí regresar
á la Frailesca, para recoger el resto de mis fuerzas y atacar
la plaza de Tuxtla Gutiérrez, pero la fatalidad vino a hacer
que mis brazos derechos, los Grales. de la Garza y Durán fueron
villanamente traicionados por el picaluga (*) de Castillo, marchando
así a mi querido Edo. donde jamás había existido
un traidor, pero nosotros juramos a usted mi Gral. reivindicar a nuestro
Edo. a la mancha que le dieron los esbirros científicos de Castillo,
Castañón y Fernández.
Solamente la fé ciega que tengo
a la causa que perseguimos pudo hacer que sufriese este descalabro,
que para mi ha sido el dolor más grande del mundo; mis jefes,
oficialidad y toda mi tropa recibieron un golpe muy rudo al enterarse
de la traición de los científicos y hacendados. Pues en
los pocos meses que tenían mis jefes de estar operando en el
Edo. el Gral. de la Garza se había conquistado la simpatía
de todos nosotros por su valor, arrojo y actividad en las operaciones
militares y el Gral. Durán que se identificaba en su manera de
obrar, con la clase menesterosa se llevaba todas las simpatías
del pueblo tras él.
Y los hombres únicos fieles que
permanecieron a mi lado luchando siempre con arrojo llegando á
vencer después de miles de dificultades en la travesía
a ésta, me los arrebató el destino. El pueblo de la Frailesca
al verme con el resto de mis fuerzas se sintieron completamente conmovidos
al participarme el asesinato del Gral. de la Garza, jurándome
a la vez que me acompañarian hasta vencer o morir.
El Gral. Rodulfo Gamboa me manifestó
que toda su familia estaba en poder de los felicistas y se les amenazaban
si él no se pasaba inmediatamente con ellos. Mi Gral. me dijo:
mi único amor en la vida es mi hijo y mi Sra. que estan en estos
momentos en rehenes y tal vez sacrificados por nuestros enemigos, pero
me impone el deber de mexicano pelear por la redención de nuestro
querido pueblo, creando así nuestra patria, para que mañana
o pasado mi hijo con orgullo pueda decir que su padre jamás ha
sido un traidor; que hoy más que nunca se sentía con valor
de seguir ésta lucha porque convencido de los ideales del Plan
de Ayala, queria vivir únicamente para pelear por la sagrada
causa.
Todos los felicistas al saber mi aproximación,
corrieron como gamos a la frontera pudiendo hacerles algunos prisioneros,
quitándoles armas y caballos y desde ésta vez he seguido
una nueva lucha entera y franca contra los eternos enemigos de nuestra
causa, los cientificos y hacendados y yo con todos los míos nos
consideramos felices con el hecho de atacar los felicistas. Jamás
he peleado con la fé y entusiasmo que lo hago hoy pues considero
al felicismo como nuestro futuro enemigo.
De la Frailezca retorne al Departamento
de Mescalapa dominandolo completamente por espacio de cuatro meses,
donde repartí las haciendas existentes a los pobres yéndose
los hacendados a incorporarse unos con Carranza y otros con los felicistas
o llamados villistas, estableciendo mis campamentos en lugares completamente
inaccesibles para el enemigo, colindando de esta manera con los Edos.
de Chiapas, Tabasco, Oaxaca y Veracruz. Están de cierta manera
establecidos mis campamentos, que cualquiera que sea el número
del enemigo nunca podrá salir de aquí en caso de que llegasen
a entrar.
En meses pasados el enemigo vino con mucho
entusiasmo a atacarme á Mescalapa, pero por más que hice
para que me crelleran derrotado y hacerlos entrar de ésta manera
a mi guarida no lo pude conseguir.
Adjunto a usted un plano detallado de
mis campamentos y los enviados le diran á usted los detalles
que omito decirle.
A cada uno de mis soldados les he dado
su parcela de terreno a fin de que lo trabajen mientras estamos en los
campamentos teniendo ademas sus armas.
Todos los días se les dá
instrucción militar a fín de desciplinarlos lo que me
ha dado un éxito completo, pues nada menos hace seis dias mandé
al Gral. Gamboa al mando de las fuerzas a atacar la plaza de Quichula
y verdaderamente quedé admirado del valor y disciplina de mis
fuerzas, que por medio de los movimientos que ejecutaron con una precisión
matemática lograron poner en vergonzosa fuga a los carrancistas
quitándoles armas, parque, caballada y hacerles algunas bajas,
después de un ligero tiroteo.
Con esto mi Gral. termina éste
ligero informe, donde verá Ud. mis trabajos hechos en favor de
nuestra causa -y sí como espero son de su aprobación crea
Ud. que me encontraré verdaderamente felíz; y si no suplico
á Ud. me de las instrucciones necesarias, á fin de encaminar
mis pasos coronando de ésta manera el éxito de nuestros
esfuerzos, con la pronta realización de nuestros ideales.
Aprovecha ésta oportunidad para hacerle presente mi subordinación
y respeto.
Campo Revolucionario de Pozo Colorado
a los 25 días del mes de Diciembre del año de 1916.
El Gral. de Brigada Cal y Mayor. Es copia de su original.
Notas al Pie:
(1) BEEZLEY, 1981, P. 25. Véanse
las explicaciones sobre siglas y referencias al final de este artículo.
(2) GARCIA DE LEÓN, 1979, P. 60.
(3) BENJAMIN, 1981 Y HERNÁNDEZ
CHÁVEZ, 1979 estudian la revolución en Chiapas.
(4) ALMAZÁN, 31 de mayo de 1958.
(5) BENJAMIN, 1981, P. 150
(6) Cónsul de Estados Unidos, T.
Bowman, Frontera, Tabasco, al secretario de Estado, abril 10, 1919,
NA / RG 59. Microcopia 274 / 818.00 / 22643.
(7) James Cowan al cónsul de Estados
Unidos, Tampico, septiembre 28, 1921, NA/RG 84 / Correspondence US Consulate
Tampico, 1921 / Part 14 / Class 702 to 811. Mi agradecimiento a Marcial
Ocasio que encontró y copió este documento.
(8) Anuario estadístico, 1911,
p. 52.
(9) "Oficina General de Ejidos. Copia
del inventario general formado por la Oficina general de ejidos",
AHCH. Sección de Fomento 1908, vol. III, exp. 12.
(10) "Departament of Pichucalco,
Chiapas, México", por Albert Brickwood, October 7, 1910,
NA / RG 84 / Tapachula, Miscellaneous Reports / V. 159 C8.6.
(11) MEYER, 1973, pp. 396-408.
(12) Meixueiro, caudillo de Oaxaca de
julio de 1914 a marzo de 1916, se alió con Zapata en 1915 y se
adhirió al Plan de Ayala presionado por Carranza. Vid. HENDERSON,
1981, P. 116.
(13) El general Alfonso Santibáñez,
felicista, asesino del hermano de don Venustiano, el general Jesús
Carranza, se alió también a Zapata por cuestiones más
militares que ideológicas.
(14) El general Higinio Aguilar, zapatista
oaxaqueño, se alió con Félix Díaz en 1916.
(15) El general Salvador Alvarado, que
en 1918 operaba en Chiapas, se apoderó del archivo de Fernández
Ruiz y averiguó que el jefe mapache se negaba a aceptar municiones
del gobierno de Guatemala. Pero Castañón recibía
aprovisionamiento de ese gobierno para la región sur. Alvarado
a Carranza, abril 24, 1918, AVC / Telegramas, 2.
(16) Este hecho fue causa del rompimiento
entre Fernández Ruiz y Castañón, y del exilio forzoso
de éste en Guatemala.
(17) Díaz y un pequeño grupo
de refugiados permanecieron poco tiempo en Chiapas; habló con
Fernández Ruiz y con Alberto Pineda, y los invitó a unirse
a la revolución. El primero recibió a Diaz con cordialidad
y le prestó ayuda, pero no aceptó la alianza. A1 parecer,
Pineda se decidió por la causa felicista.
(*) Referencia al marino italiano Francisco
Picaluga que en febrero de 1831 secuestró en Acapulco al Gral.
Vicente Guerrero para entregarlo a sus enemigos.
SIGLAS Y REFERENCIAS
AHCH
Archivo Histórico de Chiapas, Tuxtla Gutiérrez
AVC
Archivo Venustiano Carranza, Centro de Estudios de Historia de México,
Fundación Condumex, México
NA / RG 59
National Archives, Washington, D.C., Record Group 59, General Records
of the Department of State.
NA / RG 84
National Archives, Washington, D.C., Record Group 84, Records of the
Foreign Service Posts of the Department of State.
ALMAZÁN, Juan Andreu
"Memorias del General Juan Andreu Almazán," El Universal,
31 de mayo de 1958.
1958
Anuario estadístico
Anuario estadístico del estado de Chiapas. Año de 1909,
Tuxtla Gutiérrez, Tipografía del Gobierno.
1911
BEEZLEY, William H.
"Where are the People in the Revolution?" 1981, Proceedings
of the Rocky Mountain Council on Latin American Studies Conference,
Lincoln, University of Nebraska, pp. 25-32.
1981
BENJAMIN, Thomas
"Passages to Leviathan: Chiapas and the Mexican State, 1891-1947."
tesis doctoral, Michigan State University.
1981
GARCIA DE LEÓN, Antonio
"Lucha de clases y poder político en Chiapas," Historia
y Sociedad, Núm. 22, pp. 57-87.
1979
HENDERSON, Peter V.N.
!Félix Díaz, the Porfirians, and the Mexican Revolution",
Lincoln, University of Nebraska Press.
1981
HERNANDEZ CHÁVEZ, Alicia
"La defensa de los finqueros en Chiapas, 1914-1920", en Historia
Mexicana. XXVIII:3 (111) (ene.-mar.), pp. 335-369.
1979
MEYER, Michael C.
"Habla por ti mismo, Juan: una propuesta para un método
alternativo de investigación", en Historia Mexicana, XXII:3
[87] (ene.-mar.), pp. 396-407.
1973